Tratando de ponerla en orden.
Hoy es de esos días feos. Independientemente del tiempo que haya hecho, es un día muy gris y aburrido. Es uno de esos días en los que tengo algo que hacer y sin embargo me paso las horas buscando cualquier pretexto para no hacerlo. He fregado los platos, me he cortado el flequillo (otra vez), he doblado cada camiseta que tenía en el armario y he barrido y fregado el suelo de mi habitación. Todo para no aceptar que tengo que dejar de posponer el maldito trabajo de publicidad.
Pero bueno no es de eso de lo que quería hablar. La banalidad de mi día es un problema mío que sé que podría haber evitado. No, lo que más me molesta de hoy es el caos de mi cabeza. Normalmente vivimos en paz, en medio de una simbiosis entre querer y tener, no sé, no le suelo dedicar demasiado tiempo al día en amueblar mi cabeza. Supongo que un poco como mi cuarto, que no me importa dónde aparezcan pelusas mientras no me molesten. Pero hoy me han molestado las pelusas y el caos, y por eso he decidido barrerlo todo. El problema es que a veces es más complicado amueblar la mente y poner en orden los pensamientos que barrer las pelusas.
Y en el caos de mi cabeza se dibuja un pensamiento, que no quería que se acabara la noche. Porque, simplemente, estaba agusto con la situación.
Y al igual que se dibuja el pensamiento que tuve en ese momento, también se dibujó algo que no había ocurrido. Un deseo. Deseaba un beso.
el miedo más interno.
Como explicároslo, estoy hasta el moño de escuchar música, son las 4.25 y estoy hartita. Pero si corto la música me embargará el miedo de la soledad total, aunque tengo a un gran amigo al otro lado de mi conexión y estamos hablando animadamente, en el momento en el que quite la música me sentiré tan sola y fría que sufriré como estos días atrás.
Sí, ese es mi mayor miedo. La soledad. La nada, el vacío, la ausencia de vida consciente. Hablar y escuchar a tu eco. Pedir ayuda y que nadie responda a tus gritos. Morir sola. Terriblemente sola. Tan sola que escuche hasta el último de mis estertores.
Definitivamente no sirvo para vivir sola, ni para existir siquiera sin una consciencia a la que llamar amiga. Siento si a veces no os valoro… pero yo sin vosotros preferiría no existir.
[Sin saber escribir. Otra época de sequía. Que va a ser de mí?…]
A los que creen que naufragar es cosa de cuatro días.
Nadie te habrá contado
Que a veces vivo inundado
En decisions tan vivas
Que beben del ver venir
Si a veces me disconformo
Y parezco vuestro invitado
Nadie os habrá contado
Nada bueno de mi
Jugando con fuego
Al menos no te ahogas
Bebiendo las gotas de otras copas
Que nunca te acabarás
Que nunca te acabarás
Si fuera como me has contado
Me quedaría aquí a tu lado
Para saber que es lo que ves
Para saber que es lo que ves
En esperar una moneda
En navegar cuando hay tormenta
En abrigarte con matices
Las cadencias que aún te quedan
A los que luchan sin gritar
A los que se juegan la vida
A los que creen que naufragar
Es cosa de cuatro días
A los que beben para olvidar
A los que buscan compañía
A los que saben sin pensar
A los que se van a dormir
Sin pedir perdón
Vengo con la intención
De robarte la atención
De provocarte un sentimiento
Vengo con chispa para dos
Imagínate si yo
No creyera en este invento
Ya ves qué llaves llevo
Para abrir solo una puerta
Ya ves qué llaves llevo
Estoy otra vez en tu cabeza
Ya ves qué llaves llevo
Para curar todas las miseries
Todas las miseries
A los que luchan sin gritar
A los que se juegan la vida
A los que creen que naufragar
Es cosa de cuatro días
A los que beben para olvidar
A los que buscan compañía
A los que saben sin pensar
A los que se van a dormir
Sin pedir perdón
Como daba los besos tan lentos más le
duraban los amores…
Felicidad. El gran equilibrio.
Sin ser, ni oír, ni dar…
Otro día más postrada ante la reluciente pantalla del portátil. De la cama a la mesa y de la mesa a la cama, sumida en una depresión que esta semana parece no tener ni principio ni final. Tristeza y color gris, frialdad desde el día hasta la noche y aún más oscuridad cuando caen lágrimas de pena infinita mientras Lorenzo duerme. Nada deja de ser tormento, ni la luz ni la oscuridad.
Vuelvo a estar postrada ante la reluciente pantalla del portátil. Ajena a todo ser vivo de este maldito planeta, contemplo cómo la vida se endurece con cada minúsculo paso que das. Cómo, cuando te sientes sola, la gente no te ayuda, sino que te ignora completamente y te da la espalda. No lo hacen con mala intención, simplemente, están demasiado ocupados para escuchar.
Me siento tan míseramente sola…
Papel de Correo Aéreo.
[…]
Las cartas venían de muy lejos, en unos aviones transportados por la luz de la luna. Nadie los oía llegar, al igual que nadie les veía partir, pero para todas las gentes del pueblo era un hecho que dejaban una felicidad exquisita y total a su paso. Traían cartas del frente, donde todos los hombre adultos estaban batallando, en defensa de la libertad y la igualdad del pueblo que los había visto nacer, crecer, y que algún día los vería morir.
Entre estos soldados se encontraba aquel al que llamaban Lobo, el más astuto, rápido, ágil y silencioso guerrero que había en la tropa. No tenía al parecer ninguna debilidad, y así era en cuanto a lucha se refería. Su debilidad se encontraba en otros lares lejanos, en una pequeña aldea del pueblo antes nombrado, en la que vivía una pequeña joven. La chica, de físico poco agraciado, al parecer ninguna virtud tenía que atrajera a semejante guerrero. Y así era, salvo por un detalle que escapaba a la vista de aquél que la niña no quisiera que contemplase: sus ojos. Unos ojos grandes, expresivos, que sabían ocultar y mentir, pero a la vez sinceros y entregados en muchas otras ocasiones. Estos eran la debilidad del guerrero Lobo.
Tal era su debilidad por los ojos color tierra de esta joven muchacha, que cada noche le escribía una carta de esas escritas en papel de correo aéreo, de esas que más tarde llegaban en los aviones de luz de luna al pueblo. Cuando comenzó la guerra, la joven se sentía feliz, a pesar de los duros trabajos que como todas las jóvenes del pueblo tenía que desarrollar (al no haber hombres, ellas se debían encargar de todas las tareas, de la casa, de pescar, de cazar, de vender lo conseguido y de proteger los hogares), ya que cada noche un avión de luna le entregaba una carta escrita en papel de correo aéreo, de ese que olía particularmente bien, ya que el Lobo lo había tocado. Casi podía sentir su roce en la cara, cómo aspiraba su pelo, cómo la besaba con esos tiernos labios… era el sustento del día a día.
Un día inesperado, el guerrero Lobo sufrió el impacto de una de las catapultas del enemigo. Corriendo, fue trasladado al pueblo más cercano, al que llegó inconsciente y sin memoria. Tardó varios días en volver en sí, y cuando lo hizo, no era capaz de recordar ni siquiera cómo se llamaba. Por ello, y como habréis podido adivinar, ningún avión de luna transportó una carta del guerrero, y ningún papel de correo aéreo llegó a la joven.
Pasó un día, una semana, un mes… pasaron los años y las décadas. La dama, que ya no era joven ni bella, cuyos labios se habían fruncido en un rictus de espera, su entrecejo se había ceñido y sus ojos se habían helado con la espera, murió esperando a su guerrero. El guerrero, que nunca consiguió volver a recordar a la Dama, tampoco vivió completamente feliz. No se casó, pues siempre sintió que algo había quedado pendiente, y ni él ni su corazón quisieron entregarse a ninguna otra joven. Murió de viejo, con el rostro cansado y surcado de arrugas, el pelo cano por las penas y las cavilaciones acerca del recuerdo olvidado.
Ambos fueron fantasmas,ya que había quedado una tarea pendiente para ambos, y como entes espirituales vagaron por la tierra largo tiempo. Un día, sin embargo, se encontraron de frente… y algo ocurrió. Él de pronto recordó el amor que profesaba por la dama de ojos color tierra, y ella recordó el olor que despedían las cartas de papel de correo aéreo.
Sólo un segundo después, ambos se deshacieron en mil millones de partículas de luz que, buscando cada una una parte del otro ente, formaron parte del resto del universo. Quizás la vida no fue justa con ellos, pero la eternidad les entregó la compañía del otro para el resto de los tiempos.
De vuelta.
Pues sí, ya estamos otra vez por aquí. Han sido unas vacaciones cortas en comparación con los anteriores y largos períodos que he pasado sin escribir, tanto aquí como en otros sitios. De hecho, ahora sólo escribo aquí, he abandonado otros dos blogs y la libreta del Chat Noir… en fin, cambio de etapas, ya sabéis.
Hoy me apetecía escribir de nuevo. Sí, hoy, un día más bien feo, lluvioso, en el que he llegado con los calcetines empapados, en el que tengo un resfriado importante y en el que he pasado en clase más horas de las que mi cómodo horario me ha acostumbrado. Pero hoy me apetecía, quizás por todo, quizás por nada.
Estoy de vuelta, vuelvo a llenar esto de pensamientos incoherentes y muchas veces absurdos. Y uno de los motivos de esto es que mi vida vuelve a estar completa, mi media mitad me ha vuelto a poner las pilas y a seguir desarrollándome en lo que espero sea el rumbo que cogerá mi vida algún día: escribir.
Escribo porque es lo único que sé hacer, escribo porque siento, porque pienso y a veces incluso entiendo. Escribo porque soy, porque vivo, disfruto y sufro. Escribo porque es mi forma de decir que estoy aquí y he venido para quedarme, o quizás sólo estoy de paso. Escribo porque me desahogo, porque suelto lo que llevo dentro y porque, en algún caso, mis propias experiencias podrían ayudar a alguien. Escribo porque amo, odio, río y lloro.
Escribo porque sin letras y palabras yo no seria nada.
Lilith.
De vacaciones.
Sí, me he tomado unas vacaciones de esto, lo siento por aquellos que me leen (y a los que agradezco sobre manera que sigan este blog).
No sé, es tiempo de cambios, de dudas, de sensaciones de desasosiego y de buenos y malos momentos. Y por eso, no estoy en mi mejor momento para escribir, porque realmente estoy en un punto gris de mi vida, en un estado que es demasiado neutro como para que salgan cosas tanto buenas como malas, quizás es que la musa me ha vuelto a abandonar (lo cual significaría meses sin escribir ni un triste párrafo) tal y como ya me ha pasado varias veces, quizás es simplemente esa vaguedad tan acentuada que reside en mí… son tantos factores que pueden propiciar que esté sin inspiración que escribir una lista no serviría más que para confundirme a mí y a vosotros.
Así que dejo de ver esto como una semi-obligación, simplemente está aquí para el que quiera pasarse, pero supongo que en un tiempo, quizás breve y quizás muy largo, volveré a aburriros con tanto párrafo de tarada.
Lily 🙂
Al borde del amanecer
Ahí me encuentro, observando cómo amanece y viendo titilar las primeras y rosadas luces del día, sentada en el borde de uno de los miles de nacimientos del Sol, dejando caer las piernas en el vacío de la noche que acompaña, mirando cómo se despierta el mundo y divagando, pensando, buscándole explicación a todo lo que hoy no comprendo, que no es poco.
No entiendo porqué la gente utiliza la palabra amor con tan poca gracia, con esa falta de sentimiento tan exacerbado. Porque para decir amor hay que sentirlo, hay que tener sólo ojos para esa persona, tienes que notar cómo se te erizan los pelitos de los brazos y se te para el corazón cuando la ves. Cosas que yo siento, cosas que yo, Fuego, definiría como huracán interno cada vez que te veo pasar. Pero me tiro de cabeza a tus ojos y veo que no es lo mismo, ya no se derriten con la facilidad de antes, no se funden… no son del color de la madera vieja.
Por eso, sé que no me necesitas, necesitas cariño esporádico, calor, alguien que de vez en cuando te diga lo especial que eres y todo el bien que traes a su vida, pero no me necesitas a mí de ninguna de las maneras. Lo de esta noche es simplemente un ejemplo más, un motivo que te ha hecho enfadarte porque simplemente, en el fondo sabes que es verdad.
Ya ha salido el Sol, así que voy a deslizarme suavemente por el resquicio de amanecer que queda y me voy a solidarizar con los de mis antípodas. Traducción: me voy a dormir, que creo que ya he perdido bastantes horas de sueño innecesarias esta noche.
Llamémoslo Shock.
Tiro la toalla.
Jamás pense que diría esta frase, y quizás mañana me arrepienta de haberla pronunciado. Pero es así, se acabó el sueño, me he dado cuenta a raiz de un suspenso (cosa banal que a cualquiera puede no importarle), el primero de mi vida con el que tendré que estudiar este verano, que me he dado cuenta de que no sirvo para estudiar, ni serviré jamás. Vivo de las rentas, me lo dijo mi primer profesor de primaria y me lo dijo el último, ambas, los profesores que más me han podido enseñar jamás. Ya vale de intentar engañarme pensando que puedo, NO, no puedo, nunca he podido y al parecer no va a ser ahora cuando voy a empezar a poder.
Me rindo. Se acabó la historia del periodismo lilista.