Jaulas de titanio

22 noviembre 2009 at 2:17 am (La misma bazofia pestilente de siempre)

Era tan fácil pensar que se podía cambiar la situación en un segundo que hasta la figura que yacía dentro de la jaula inquebrantable sostuvo esperanza. Era un cúmulo maloliente de harapos y huesos, consumida la carne ya por el tiempo que llevaba ahí dentro. Dieciocho años. Dieciocho años sin ver la luz del sol, sin poder disfrutar de un tenue rayo tibio que alumbrara esos ojos, en otro tiempo bellos, ahora cegados por la oscuridad. Desde que había nacido fue encerrada allí, sin derecho a hablar, a discutir, a reivindicar. Con una mordaza de hierro en la boca, que le había provocado tales infecciones y heridas que aquel agujero no se podía llamar ni siquiera así, evocando al órgano con el que tan bellas sonrisas había producido en otra época.Ciega. Muda. Y casi sorda, y casi loca, y no del todo cuerda, y casi enferma y no del todo sana. Un despojo creado por la cohibición de unas personas que habían puesto a un autómata suplantando su identidad. «Sí papá. Sí mamá.» Éstas eran las únicas palabras que el autómata debía decir, o la esencia que se ocultaba entre el titanio de los barrotes era duramente castigada. Su integridad, su personalidad, su autodidactismo. Todo eso sufría el castigo si la autómata fallaba.Pero por una vez, tuvo esperanza. Parecía que algo dentro de sí misma se revelaba. Crecía. Hervía de rabia, de furia, de años de cautiverio injustificados. Por una vez creyó que podía salir de la jaula.

 

Pero sólo duró un segundo. Más tarde,mientras sufría la tortura por su intento de rebeldía, se preguntó a sí misma cómo había sido tan estúpida al pensar que de verdad podía salir de allí.

Enlace permanente Deja un comentario

tergiversando palabras

17 noviembre 2009 at 8:37 pm (Divagaciones absurdas y ridículas.)

Hay gente que o no quiere, o no entiende las palabras.

Confunden control con preocupación.

Confunden querer con poseer.

Confunden tristeza con enfado.

Y ahora, quiero saber porqué. ¿Es más fácil sentirse víctima para poder hacer lo que uno quiere, tratando de esa forma de tener la conciencia calladita, que enfrentarse a las palabras que no son de otra índole sino de preocupación? Quizás es que yo he sido siempre demasiado complicada incluso para mí misma. Quizás es que los que confunden y tergiversan mis palabras y mis actos son más complicados de lo que se creen, o menos de lo que yo pienso. Vigilancia. Claro. A más de 100kms, vigilancia. El mundo se está volviendo loco y me está llevando a mí por delante. A mí, que para variar no me entero de nada.

Enlace permanente 2 comentarios

qué harta estoy.

14 noviembre 2009 at 1:48 pm (Paraules d'amour)

Odio sentir que manejan mi vida. O que alguien me dice qué tengo que hacer, cómo lo tengo que hacer y cuándo lo tengo que hacer. No, no he nacido para vivir eso. No soy una persona a la que puedas obligar a hacer algo por la fuerza. No. Yo no funciono así. Pero hay cierta gente que, siempre pensando lo que es mejor para mí sin duda, porque sé que me quiere, me da consejos falsos y erróneos basados en la propia mentira que vive. Haz. No hagas. Más libertad. Menos posesión. Menos fallos. Más perfección. Sé lo que tienes que hacer. Hazlo.

 

PUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUMMMM!!!!

 

 

Reventé.

Enlace permanente Deja un comentario

Criogenizados.

11 noviembre 2009 at 1:32 am (Divagaciones absurdas y ridículas.)

Cambios. Todos los seres humanos buscan cambios, generalmente para algo mejor, para mejorar su situación, su vida, su forma de ser.

Os abro los ojos (já, como si yo pudiera hacer eso desde mi mero papel de joven de 18 años): los cambios no existen.

Sé por experiencia propia que hay gente que se adapta mal, que nunca termina de congeniar con el entorno y piensa que un cambio radical va a hacer que todo sea mejor, que todo valla bien. Pues no, lamento informaros que no, que te cambies de ciudad no significa que cambie tu vida (en mi caso, sigo pasando una cantidad de horas cuestionablemente saludables para una persona delante del ordenador aunque ahora sí viva en una ciudad grande) para mejor, no significa que te vas a volver estudiosa, responsable, ordenada y todo lo demás… te vuelves estudiosa cuando pasas los primeros cuatrimestrales y ves que por no llevar el ritmo te vas a quedar dos años en primero; te vuelves responsable cuando ves que ya nadie te va a dar un empujoncito para que te sientes con un libro unas horas, o para que vallas a clase (en mi terrible caso, fallo garrafal eso de levantarse para ir a clase); te vuelves ordenada cuando las pelusas de tu habitación tienen el tamaño de tu golden retriever cuando era un cachorro y los platos se te amontonan en una torre de dudosa solidez en su estructura; y por último, te vuelves ordenada cuando ves que no eres capaz de encontrar un solo folio sin garabatear en toda tu pequeña casa. Sí, alguien puede pensar, ¿pero no has conseguido cambiar a mejor? Y la respuesta es sin duda sí, pero no por el motivo de estar viviendo en otro sitio ni de haber emprendido una vida nueva. No. Es porque simplemente te has puesto, has dicho «voy a recoger este antro» y lo has hecho,  has desempolvado el libro de texto para al menos echarle un ojo o has escuchado a tu conciencia.

La clave está en saberlo. Simplemente coger un día al toro por los cuernos y comenzar a, como vulgarmente se le dice, poner los huevos en la mesa. Pero no te equivoques; los huevos tienes que ponerlos contra ti mismo, no contra el resto del mundo. Porque es muy difícil cambiar tu vida cuantos más años tienes. Porque todos estamos estancados en la misma basura rutinaria. Pero piensa que si estamos criogenizados en esa vida que nos atormenta, es porque no hemos sido capaces nunca de dar la patada.

 

Y lo más triste de todo es que aún no soy capaz de darla.

Enlace permanente Deja un comentario

Maldito martes.

4 noviembre 2009 at 4:12 am (Paraules d'amour)

Sí, yo maldigo este martes, maldigo esta madrugada, maldigo a todo el que estuvo despierto esta noche, al que rió, al que fue feliz y al que durmió en paz consigo mismo.
Maldigo también al sano, al que se siente completo y al que sabe vivir la vida.
Maldigo todo aquello que pueda resultar bueno, maldigo cada parte de mi alma que no es veneno en este momento, como también maldigo el día que me vuelva a sentir feliz, maldigo a cada par de ojos que mire y que no sean los tuyos. Y por último me maldigo a mí misma por haber dado el paso, un paso necesario pero igual de maldito que todas las demás cosas arriba nombradas.

Maldito todo lo bello… porque no creo que vuelva a haber nada bello dentro de mí.

Siempre, siempre te querré.

Enlace permanente Deja un comentario

Me van a salir canas.

4 noviembre 2009 at 12:21 am (Divagaciones absurdas y ridículas.)

Pues sí, con dieciocho añitos y me van a salir unas canas de aúpa. Porqué? Pues disgustos, disgustos y más disgustos, ver cómo la persona más importante para ti ni se cree que te importe ni es capaz de dejar de ser hermético, es incapaz de hablarte sobre sus sentimientos, su estado físico, y aun así la culpa es íntegramente tuya, porque claro, como no te importa lo que le suceda…bah.

Estoy harta de tanta mierda. Podría decirlo con palabras mucho más dulces, refinadas, apropiadas diría yo. Pero qué va. Me he cansado de utilizar palabras bellas, de colorear todo de rosa para que en vez de una crítica o algo que me ha hecho daño o me ha dolido en una medida importante parezca casi un piropo. Que digo las cosas como las pienso? Sí, y aun así pienso que debería de decirlas mucho más alto y mucho más claras, puesto que parece que ni siquiera diciéndolas como las digo nadie me escucha.

Siento si en algún momento he dicho algo hiriente, siento si en algún momento mi falta de tacto ha sido extrema. Pero lo pienso. Ese es el quid de la cuestión. Lo pienso, es mi perspectiva sobre ese o aquel tema en particular, y como es mi propia perspectiva, como es mi propia idea la que he de comunicar, no voy a callarla. Que porqué? Porque puede salirme una úlcera por dentro, y me basta con tener un principio de la misma debido a mis cuestionables hábitos alimenticios (si algún niño lee esto, que se olvide del ketchup, de la Coca-cola y de fumar en ayunas, de verdad, que no es bueno!!). Dejando de un lado el tema de mi incipiente úlcera, que tampoco creo que sea algo tan importante sobre lo que escribir un texto, volvamos al tema de cómo digo las cosas. Sí, directas. Sí, mal sonantes, pues creo que soy la estudiante de periodismo con peor vocabulario de mi clase, al menos. Sí, en muchas ocasiones hirientes. Pero sabes qué? A veces sólo lo que nos deja una herida es capaz de hacernos reaccionar a tiempo. No voy a dejar que te tuerzas más. No por mí, que yo no saco nada en claro ni nada que me valla a beneficiar directamente a mí misma. No no, lo hago por ti. Porque no te voy a dejar destrozar tu vida a no ser que me eches de ella. Y sí, se que duele leerlo o escucharlo. Pero duele mucho más decirlo, que no te quepa duda de eso.

Que duele lo que pienso? Despierta: la verdad en sí duele.

Enlace permanente Deja un comentario